Fuerzas leales al presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, frustraron el sábado un intento de golpe de Estado en una noche de explosiones, batallas aéreas y disparos que dejaron docenas de muertos. Las autoridades arrestaron a miles de personas, y Erdogan afirmó que los responsables “pagarán un alto precio por su traición a Turquía”.
El caos corona un periodo de agitación política en Turquía, de la que las voces críticas culpan al gobierno cada vez más autoritario de Erdogan, y que ha incluido una reorganización del gabinete, represión contra disidentes y la prensa opositora, y la renovación del conflicto con las zonas curdas del sureste.
Turquía —miembro de la OTAN y socio crucial en los esfuerzos que encabeza Washington contra el grupo Estado Islámico— también se ha visto bajo presión por la llegada de millones de refugiados del conflicto en la vecina Siria y una serie de atentados mortales atribuidos al grupo EI y a rebeldes turcos.
Erdogan se encontraba de vacaciones en la costa cuando los tanques tomaron las calles de Ankara y Estambul, pero voló de vuelta a Estambul en la madrugada del sábado.
El general Umit Dundar, recién nombrado como jefe en funciones del Estado Mayor turco, dijo que en el intento de golpe de Estado del viernes por la noche habían participado principalmente miembros de la Fuerza Aérea, policía militar y unidades de blindados.
No parecía que la insurrección hubiera contado con el apoyo de la mayoría de la cúpula militar, y los principales partidos de oposición condenaron con rapidez el intento de derrocar al gobierno.